Pedro León. Un pequeño recordatorio

 

Artículo en homenaje al violinista Pedro León escrito por Bernat Deltell, periodista y responsable de la productora El Far Blau, y publicado el viernes 19 de diciembre en el semanario Diari de Vilanova.  

 

Pedro León. Un pequeño recordatorio

El violinista Pedro León y la pianista Leonora Milà actúan el sábado 8 de marzo en el espacio La Sala de Vilanova i la Geltrú con motivo del 50 aniversario de la fundación del sello discográfico Limit Records. Se trata de una microdiscográfica que crea mi padre, Joan Deltell, y que ha tenido -y mantiene- el objetivo de dar a conocer la obra y los intérpretes de nuestro país a menudo poco representados por las grandes multinacionales del sector. Limit Records ha publicado unos setenta discos, muchos de ellos auténticas joyas de coleccionista. Pues bien, en este concierto del 50 aniversario participan algunos de los mejores intérpretes de la música clásica de nuestro país, como Albert Guinovart, Leonora Milà, Antoni Besses, Pedro León, Inés Moraleda, Maria Lluïsa Muntada, Kalina Macuta, Daniel Blanch, Manuel Martínez del Fresno, Josep Buforn y Josep Surinyac. El acto es todo un éxito; por la gran asistencia de público y por su gran repercusión mediática. Un repercusión que las cámaras de Canal Blau TV amplía gracias a la emisión del concierto en todo el país, a través de la Xarxa de Televisions Locals.

Una vez hecha la introducción me quiero centrar ahora en un momento muy concreto de este concierto, justo al final, en el epílogo. Recordarlo todavía me emociona. Es el momento en que mi madre, la pianista Leonora Milà, y el violinista Pedro León salen juntos al centro de la sala para interpretar la Danza ritual del fuego, de Manuel de Falla. Es un instante de una gran intensidad emocional. Todos los asistentes captan que son protagonistas de un momento excepcional y único. Se palpa. Y efectivamente, cuando suenan las primeras notas de la conocida pieza de Manuel de Falla se produce un gran silencio. La compenetración de Milà y León es total. A pesar de la edad de los dos músicos la fuerza de su interpretación, la pasión, la contundencia y la intensidad levanta el público de la silla. La Danza ritual del fuego culmina con una larga ovación final y un abrazo entre Leonora Milà y Pedro León, un efusivo abrazo de viejos compañeros de viaje.

Al día siguiente de este concierto, el domingo 9 de marzo, acompaño Pedro León a la estación del AVE de Camp de Tarragona. En el coche hablamos de futuros proyectos, de mi padre, de sus nietos, del país y de mucho fútbol. Cuando llegamos a la estación salimos del coche y nos abrazamos, como hacemos siempre que nos despedimos. Pero esta vez es diferente. Cuando lo veo marchar, caminando despacio hacia el andén con el estuche de su violín colgado en el hombro, me invade una profunda tristeza. Tengo la intuición de que es la última vez que lo veré. Ha habido algo en la interpretación de la Danza ritual del fuego que ha sonado a despedida, un adiós afectuoso. Y desgraciadamente así es.

Pedro León es uno de los músicos más conocidos y reconocidos en la España del último tercio del siglo XX, ya sea como solista, docente o primer violín de la Orquesta de Radiotelevisión Española. Es una cara habitual de la pequeña pantalla en los años setenta. Graba discos y actúa con mi madre -y también con el pianista de Vilanova Antoni Barberà- en numerosas giras por China, Corea, Japón y España. Tiene muchos amigos en nuestra ciudad y en el pequeño pueblo de Breda que admiran su talento, su personalidad, su madridismo a prueba de bombas y su sentido del humor. Siempre que nos vemos me enseña el pasaporte porque “nunca se sabe, a ver si me va a pillar la independencia en Vilanova y no podré regresar”. La vinculación con mi familia es total: conoce mis abuelos, mis padres e incluso a mis hijos, como Txell, a quien toca una nana con el violín en medio de una cena para calmar su llanto. Y lo consigue! Cuatro generaciones de una misma familia. Se dice rápido …

Este domingo 14 de diciembre recibo la fatal noticia. Mi madre me llama desolada para decirme que Pedro León ha muerto. Ella no se atreve, pero yo no me lo pienso dos veces y compro un billete de tren. Me voy a Madrid para asistir al funeral. No es negociable. Es un acto de gratitud a una persona que siempre ha estado ahí, que siempre ha respondido y a quien siempre hemos querido. Cuando sus tres hijos me ven, Pedro, Ana y Rocío, me abrazan emocionados. Rocío, su hija pequeña y también excelente violinista, me dice: “¿sabes cuál ha sido el último concierto de mi padre? En Vilanova, interpretando la Danza ritual del fuego junto a tu madre”. Lo sabía. Lo intuí cuando me despedía de él en la estación de Tarragona hace nueve meses. Por una vez se puede escribir un final justo y poético. Pero esto no impide que “tu amigo del Barça” ya te eche mucho de menos, Pedro, mucho …

Bernat Deltell

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